jueves, 5 de diciembre de 2013

Rodolfo langostino





Llegan las fiestas de Navidad y a casi todos nos gusta comernos unos langostinos o unas gambas. Con una cerveza están de vicio.
Sin embargo, aunque son rosas por fuera son negros por dentro. ¿Qué quiere esto decir?, pues que para adquirirse a unos 10€/kg, como nos cuestan a nosotros, deben obtenerse en condiciones terribles.
De los más de cuatro millones de toneladas anuales que nos zampamos en el mundo, el 80% proceden de la acuicultura de países en desarrollo. Lo que en principio debería ser una buena noticia, pues evitaría que se esquilmaran los recursos naturales. Pero, y aquí es donde viene el quid de la cuestión,  desde los años 80 y 90 se produjo una proliferación descontrolada de granjas acuícolas. Esto conllevó la apropiación de tierras y la destrucción de los habitats originales.
Vamos, lo de siempre, el ansia corroe los huesos. El hombre es un lobo para el hombre. Así ha ocurrido en Bangladesh, Brasíl, India, Malasia o Ecuador.
En Ecuador, primer país exportador a la Unión Europea, se estima que el 38% de los manglares han sido destruidos para dejar paso a las granjas camaroneras.
La expansión de las granjas ha traído graves problemas a la población local, que tenía una economía de subsistencia en los manglares (pescan, recolectan peces, crustáceos y moluscos para alimentarse o comerciar con ellos). Pero la presencia de las granjas ha hecho que su vida se hunda y corra serio peligro, pues son tiroteados por los guardas si se acercan, o se electrifican con las vallas de las granjas. Así mismo, el uso de medicamentos y antibióticos en las granjas afecta negativamente a la flora y fauna salvaje, que comparten agua con aquellas: hay menos variedad de especies y las áreas libremente explotadas se han reducido.
En otro orden de cosas, los trabajadores son semiesclavos: la mayor parte son inmigrantes ilegales con miedo a ser deportados. Además existe violencia de todo tipo: maltratos, abusos sexuales, restricción de movimientos, trabajo forzoso, ausencia de retribución para pagar la deuda contraída con los traficantes... Los propios gobiernos reconocen que el trabajo infantil está a la orden del día. El pelado de langostinos es especialmente penoso, porque se hace de pie en un ambiente húmedo y con jornadas agotadoras que superan las 12 horas.
Os preguntareis ¿qué podemos hacer?, ¿no comer langostinos ni gambas?. Pues sí se pueden hacer cosas, pero todas la buenas causas conllevan sacrificio, nada es fácil. Ahí van unos consejos:
  1. Limitad el consumo de gambas y langostinos a ocasiones especiales.
  2. Evitad el consumo de crustáceos de aguas cálidas y cuidado con los de pesca extractiva (no siempre es mejor opción a la acuicultura).
  3. Dad preferencia al producto nacional aunque sea mucho más caro.
  4. No compreis gambas o langostinos pelados.

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