jueves, 13 de agosto de 2015

El mundo se derrite





Este verano hemos padecido olas de calor terribles. Según algunos, la temperatura media más alta en el mes de julio de los últimos 30 años: 26,5ºC. Algunos dirán que siempre hizo calor en julio, cierto, pero esto no es normal. El calentamiento global provoca fenómenos extremos: inundaciones, olas de calor, sequías y ciclones.Ya hay un estudio reciente de Climate Center y un equipo de investigadores internacionales que vincula las olas de calor sufridas este verano por España, Francia y Alemania con el calentamiento global.

Aunque en muchos casos los efectos del calentamiento global son muy graduales y difíciles de detectar sin mediciones precisas, el nivel del mar ha aumentado 3.2 mm al año en las las últimas dos décadas, multitud de informes demuestran que ya afecta a personas de todo el mundo. Informes publicados por revistas científicas de reconocido prestigio señalan que las inundaciones y corrimientos de tierra que  mataron a 5.700 personas en el estado indio de Uttarakhand han sido catalizados por un incremento de las temperaturas. Algo similar sucedió con las olas de calor extremo que azotaron Corea del Sur, Japón y Australia.

En lugares especialmente sensibles, como la Antártida, los científicos vigilan los efectos del calentamiento global. A finales de marzo, en la base Esperanza de la Antártida se alcanzaron los 17,5ºC, un máximo histórico para el continente. La consecuencia es que los hielos se derriten y acelera la subida del nivel de los océanos.

En el polo Norte la situación no es muy diferente. En febrero de este año la banquisa del Ártico, la zona congelada sobre el mar, alcanzó su mínimo histórico desde que se realizan las mediciones.

En términos generales, según informe del IPCC (Panel Intergubernamental para el Cambio Climático de la ONU) en cada una de las tres últimas décadas se han batido los récords históricos de temperaturas desde 1850. Han sido los años más cálidos de los últimos catorce siglos.

Algunos territorios insulares ya están sufriendo problemas serios. Los habitantes de las islas Cateret, de Papúa Nueva Guinea, se están empezando a reubicar ante la amenaza del ascenso marino. En todo el Pacífico hay más isleños en una situación similar. En los escenario más pesimistas, hacia finales de siglo el mar subiría casi un metro en todo el globo.

Pese a la conciencia del público y el consenso de los expertos hasta ahora no ha habido un gran acuerdo a nivel mundial para reducir los gases con efecto invernadero. Y es que, gran parte de los efectos se van a producir en el futuro y los que van a sufrir los efectos ni siquiera están vivos hoy y no se pueden defender. La próxima conferencia sobre el cambio climático que deberá celebrarse en París a finales de 2015 será clave.

Necesitamos un cambio de modelo energético que nos permita frenar y corregir a tiempo esta sinrazón. Un modelo basado en energías renovables, en el ahorro y la utilización racional de la energía de la que disponemos. Desde lo más inmediato, lo cercano, los ayuntamientos pueden y debe hacer mucho al respecto. Las capitales y grandes ciudades europeas han decidido unir esfuerzos para conducirnos a la transición energética y medioambiental: adaptación de edificios para mejorar la eficiencia energética, impulsar industrias bajas en carbono, electrificar el transporte, promover el uso de medios de transporte no contaminantes, etc.

Muchas personas se resisten o no pueden ver el problema del cambio climático.Al ser invisible y ser gradual no lo ven como real. Quizás se deba a que el cerebro humano apareció y evolucionó mientras formábamos parte de pequeñas tribus, por ello comprendemos y nos afecta lo cercano, lo que percibimos como una amenaza para la tribu. Pero ahora nos enfrentamos a un problema que afecta a todo el planeta, a toda la humanidad y a nuestro cerebro le cuesta comprenderlo. Por ello, las actuaciones locales, donde las personas perciben mejor los cambios, son fundamentales para empezar a darle la vuelta a la situación.

No queda sino batirnos.

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